“El ambiente es de por sí apocalíptico y a la vez una distorsión visual aguda, una guija que de un certero golpe salpica seres desesperados, raros sedimentos líticos que se impregnan a los estratos grises de roca y a las baldosas destartaladas dentro de los talleres mecánicos. La ilusión de profundidad es increíble; parece como si uno pudiera entrar en él. Y, en efecto, ya parece que entró y se encuentra a puertas de un tornado que se acaba de solidificar. El escenario es similar al de cualquier ciudad bombardeada, tanto como por efecto de una revuelta tectónica a escala Richter en un atolón olvidado; no es un hundimiento soterrado por el capricho terrestre de una traviesa placa continental que juega a crear nuevos arcos glaciares. Cabe la posibilidad de un bombardeo, pero son tiempos de paz. Fuese cual fuese la estructura subyacente, se las arregla para moverse de forma desconcertante y fluida.”