Cuenta la historia que, en 1651, Pedro Dalcón, o Benito, un esclavo proveniente de Angola, con muy escasos conocimientos de pintura y mucha devoción, pintó en la pared de una cofradía de esclavos en Lima, la capital del Perú, la imagen de Jesucristo, a quien empezaron a nombrar El Cristo Moreno. Esa efígie permaneció en pie a pesar de los varios temblores que destruyeron parcialmente la ciudad. Por esa inexplicable razón, se convirtió en el patrón del país, El Señor de los Milagros, y en un lugar de peregrinaje de sus habitantes que, con mucha fe, clamaban por su protección contra los males que azotaban sus respectivas vidas.
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