(…) le era difícil pensar, la cabeza le daba vueltas y el pecho le dolía como si fuera aplastado por una montaña, sentía nauseas por culpa de un intenso hormigueo en el estómago, las manos le temblaban y hasta le parecía haber perdido el contacto con sus piernas ya que no le respondían al acto de avanzar y dar otro paso para ver hacia dónde se había ido.
Un sabor amargo comenzó a recorrer su boca, entendió que había perdido todas sus fuerzas en ese encuentro que se convirtió en una real pesadilla, queriendo levantarse para pedir ayuda, pero quedándose con las palabras atascadas en el corazón, viendo como el miedo se acercaba a pasos agigantados hacia donde se encontraba; su corazón palpitaba diez veces más rápido, hasta que, de un momento a otro este dejó de latir.”
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